Hoy, mi pareja y yo cumplimos un mes con nuestro bebé y no quiero caer en romanticismos diciendo que “ha sido el mejor mes de nuestras vidas” porque a quién engañamos; hemos tenido mejores meses durmiendo bien a gusto sin preocupación alguna y siendo dueños de nuestra libertad y tiempo. Y aceptar esto no nos convierte en “malos padre-madre” sino en unos reales y sinceros.
Lo que sí puedo decir es que esta experiencia, a tan sólo 30 días, ha sido la mayor lección para aceptar las grandes contradicciones de la vida: donde siento este amor tan grande y también, en su momento, me sentí triste y de luto llorando todo lo que dejé atrás, incluida quien fui; que puedo estar feliz de ser madre y, al mismo tiempo, aterrada por toda la responsabilidad que implica; que no puedo dejar de ver a mi bebé y, a la vez, quisiera dejar de verlo por un segundo; donde siento que el tiempo pasa muy rápido y, a la par, vivo cada día lentamente; que me siento cansada y en piloto automático y, también, más presente que nunca viviendo un día a la vez; que siento la conexión más grande y, por igual, nunca me había sentido tan desconectada de lo que sucede afuera; que ya quiero verlo crecer y, también, quisiera detener el tiempo para que permanezca pequeño y en mis brazos; que me siento como pez en el agua cuidando de él y, a la vez, no tengo idea de lo que estoy haciendo; que me permito fluir y luego tengo que recordarme de no aferrarme; que me siento tranquila y nerviosa; segura y en incertidumbre; que nunca había estado tan cerca de mi ser y a la vez no me reconozco.
Y ya lo voy a dejar hasta aquí sino va a parecer esto una canción de Arjona. Pero creo que se entiende el punto de que la decisión de ser madre ha sido la más maravillosa y también la más desconcertante. Y sabes qué: ¡ESTÁ BIEN! Está bien sentir todo esto; que los opuestos y contradicciones pueden co-existir. Los abrazo y acepto. Porque de lo contrario, me volvería loca fingiendo un rol que lo menos que tiene es "perfección".
Hace tiempo leí que cuando nace un(a) hij(a) también nace una madre-padre. Y es verdad, así que hoy me digo también a mí misma: bienvenida a esta nueva vida. ¡Agááááárrate!